lunes, 7 de julio de 2008

MALA JUNTA II: Volver al futuro

El viernes recibí un sorpresivo llamado de Gallé invitándome al asado que iba a hacer en el quincho de su casa en Adrogué. Al principio no le reconocí la voz. Hacía mil que no recibía un llamado de Gallé, escucharlo me alegró. Siempre tuve buena relación con él, es inteligente, gracioso pero ante todo, un personaje muy singular. Fanático del Bosco y, aunque bastante ermitaño, muy bueno en la conversación. Tiene una gran colección de anécdotas. Hace años que planeo entrevistarlo para explorar su mundo, no el de la pintura, el otro, el mundo de los coleccionistas. De esa manera se gana la vida, es la envidia de los coleccionistas de juguetes. Quiero detalles sobre esos clientes, esos que lo atienden disfrazados del Hombre Araña o de Martín Karadagian.

Gallé me había pedido que le avisara a Marichi y a Giuliana. Así que el domingo tipo siete me tomé el bondi hasta constitución, me encontré con Giuliana, y nos fuimos juntas para Adrogué. En el camino compramos un vino, hicimos una parada en Temperley y pasamos a buscar a Marichi que nos llevaba en el auto. No era dificil llegar pero no quedaba tan cerca de la estación.
El barrio lo conocía bastante, me era familiar. Sobre la avenida San Martín, una venida con veredas anchas, las más anchas que vi en mi vida, habían vivido mis tíos. Aunque de mis tíos y de esa casa ahora sólo tengo malos recuerdos, era un barrio que me encantaba. Muchos árboles, muchas plantas, mucho verde. Muchos rencores les tengo a mis tíos, y a mi primo Daniel pero prefiero no hablar de eso. Ya le di muchas vueltas al asunto, hablé cuando tenía que hablar, y mi tío ya está muerto. Murió hace un año, y no me importó.

Cuando llegamos, alrededor de una mesa con vinos, estaban instalados Berni y Matu, Rocío, Mari-love, la hermana de Rocío, con su novio, Diego. Las carnes ya estaban en la parrilla. Gallé nos explicó que estaba esperando que llegara el Pelado con unas pinzas especiales para maniobrar las achuras pero que el asado estaba encaminado. Enseguida nos ofreció una visita guiada por su nueva tapera. Así se refería Gallé a los lugares donde había vivido, porque siempre eran cuartuchos con olor a humedad. Pero la de ahora no es una tapera, es una casa hermosa. Grande con muchas habitaciones, parque, quincho y parrilla, y una pequeña pileta. Luce, y está ordenada a lo Gallé. Con meticulosidad. Es evidente que es la casa de un coleccionista, todos los objetos tienen su historia y vienen en serie -aunque no sea él quien los coleccione.

Según un cartel, hecho e impreso en computadora y pegado con cinta scotch en la ventana de la cocina, que decía "exprésate, prepara la ensalada a tu manera", las chicas debían encargarse de las verduras. No era el único cartel que Gallé había preparado especialmente para el día del asado. Había uno dirigido particularmente a Rocío, en la heladera, que decía "sos linda, no te impacientes, hay latas de cerveza helada". Ni un detalle se le escapa, comentamos con Giuliana. Sobre la mesada, los tomates, la lechuga, las ensaladeras, aceite, sal y vinagre, los cuchillos. Del otro lado de la pileta, dos repasadores: uno húmedo y otro seco. Ambos olían bien.

Después de que cayó el Pelado con su mujer y su dos hermosas niñas, y detrás de ellos, Ale y Lautaro, las chicas nos internamos en la cocina para preparar las ensaladas, tomar cerveza y charlotear. Giuli y yo nos organizamos muy bien para hacer ensaladas. Cuando la sexta estaba lista, miré por la ventana y vi que entraban Sabrina y Pablo. En menos de un mes Sabri va a traer un sabrino al mundo, otro sol. Y sé que va a ser un sol porque a Sabri le brilla la cara, las manos y los pies, que me parecen los mismos que cuando teníamos siete años.
Las ensaladas estaban listas pero había que esperar al Comisario que estaría llegando en cualquier momento. Así se refiere Giuli a Diego Juan, que llegó al toque, con Sardina y con su simpatía de siempre.

Afuera, la mesa ya estaba puesta. Era una mesa enorme, larga y en la punta había una bolsa de más de tres quilos de pan. Aún así algunos se tuvieron que quedar parados. Estábamos todos. Todos los del almanaque que Marilina y Charly hicieron hace diez años con nuestras fotos. Un mes por cada amigo. Gallé disfrazado de Hippie, Ale de profesora de educación física, Sabrina de testigo de Jehová, Rocío de mimo, Yo de quinceañera, Astrid de Arquitecta, Marilina de cheta, Diego de buda, Sardina de cumbianchera, Berni de camionero, y Daniel de rolinga. Estábamos todos y también los ausentes. Astrid, que naturalmente por ser la ex de Gallé no había sido invitada, y Marilina, que naturalmente con la resaca que tenía no había podido encarar. Tampoco Daniel, se volvió a su pueblo sajón hace como cinco años.
Para mí estaban todos, incluso los que yo no había conocido. Maxi, Juani, Silvio y el gordo Masa. Esos malandros protagonistas de los relatos de Gallé y Marilina. ¿Y Lucas? Tenía la idea de que Lucas había sido para Gallé como Lore para mí. Su medio hermano de la adolescencia tardía. No creo que se sigan viendo ellos tampoco.

Comimos super y pedimos más de una vez un aplauso para el asador. ¿Entendería Giuli lo que significaba ese asado para los NYC (nacidos y criados) de Lomas? Ella me dijo que sí, que en unos cinco o seis años el asado sería en "Villa olvido" la mansión de Parque Patricios, y que probablemente fueran a estar todos ahí también. Los NYC del centro y los otros, los que configuren el mapa en el futuro y los que lo hayan configurado en algún momento.

Me pregunto si significará algo ese asado para mí, algo más que el paso del tiempo.

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