domingo, 24 de agosto de 2008

Mala junta VI: Mitad hombre, mitad animal

Unos días antes de que naciera Edmundo, Sabrina tuvo varios sueños extraños. A mitad de semana me llamó para contarme uno en el que yo, se podría decir, tenía un rol protagónico.
No sabía si contártelo, me confesó. Todavía no terminó de entender porqué, a mí me encantó.
En el sueño me pedías que te acompañara a hacer un trámite, pasó a relatar mi amiga -que me conoce desde hace más de veinticinco años, y a quien en más de una oportunidad, durante la adolescencia, había llevado engañada a lugares insólitos con la excusa de un paseo en auto. Entrábamos en un edificio enorme con miles de oficinas. El edificio, oscuro y de pasillos largos, estaba medio abandonado y lo recorríamos sin llegar nunca a ningún lugar. En un momento se abría la puerta de un ascensor y alguien te agarraba de los pelos y te metía adentro, cerraba la puerta y te raptaba. Yo gritaba de miedo y desesperación. Horas, o días o meses después, no lo tenía muy claro, la policía y los bomberos rodeaban el edificio intentando un rescate, cuando de repente de la puerta principal salías vos, con la ropa totalmente tajeada, sucia y llena de sangre, convertida en una mujer salvaje. Tenías los ojos desorbitados, la mirada perdida, y en la mano derecha la cabeza degollada del raptor.
Uaaaau, le dije, me encanta. ¿Por qué tenías miedo de contármelo? ¿Vos qué pensabas en el sueño?
No sé, dudó ante mi entusiasmo inesperado, yo me alegraba porque te habías salvado, pero no había vuelta atrás, te habías convertido en una mujer salvaje, mitad humano - mitad animal. Incluso, me parece, que no sólo le habías cortado la cabeza sino que te lo habías comido. No entiendo porqué te gusta, era bastante terrible.
Sí, puede ser. Pero así como vos me lo contás parece un relato canibalista de Andrés Caicedo, en el que yo soy nada más y nada menos que la heroína. Además me es revelador. Me hace pensar que sería capaz de hacer cualquier cosa por conservar mi libertad.
Mse, mse. Me dijo Sabrina y cortamos, ambas teníamos cosas que hacer.
El sueño me quedó dando vueltas en la cabeza varios días, se lo conté a todo el mundo y aún hoy sigo fascinada. Ya no tanto por el gesto heróico. Sino porque cada día me convenzo más de que la libertad empieza por la aceptación total de lo que uno realmente es.

viernes, 22 de agosto de 2008

Tiro de gracia

Me acompañaba un perro. Al principio le tenía miedo. Se me había acercado con atropello, echando polvo y acelerado por la pendiente, galopaba impasible en dirección a mi mano, a mi muslo derecho como blanco. Pensé que iba a atacarme por estar haciendo algo malo, caminar por una senda privada o algo por el estilo. Atiné a correrme hacia un costado del camino por las dudas, todavía podía esquivarlo, evitar la mordedura, la sensación de sus colmillos desgarrándome la carne de un solo tarascón. (Ilustración: Carlos Egan)
El perro siguió de largo. Era un animal grande, con mucho pelo. Cuando pensé que lo peor ya había pasado el perro frenó la carrera y se detuvo unos metros más adelante que yo. El corazón empezó a latirme el estómago, y con cada golpe la onda sonora se iba expandiendo hasta la garganta. Me miraba altivo, con la lengua afuera y las orejas en punta. No sabía si eso era bueno o malo así que intenté tranquilizarme. No quería que se diera cuenta de que estaba asustada. Retomé la caminata con seguridad impostada, como si su presencia me fuera indiferente.
Nunca supe si fue mi andar despreocupado e indolente pero también él continuó la marcha, siempre adelante, guiándome en el camino. Cada tanto se detenía para asegurarse de que yo siguiera atrás, o para oler un arbusto y orinarlo. Si se demoraba, al punto de que yo terminara sacándole ventaja, interrumpía sus asuntos y corría con velocidad hasta alcanzarme.
No faltaba mucho para que comenzara el otoño. Las lluvias habían aminorado y el camino estaba seco. Unas semanas atrás, hubiera tenido que embarrarme hasta los tobillos para llegar a las cascadas. En otoño el paisaje se invertía: la sierra en su extensión era una larga cadena de cerros, sin nieve ni bosque de pinos, más bien de suelo árido y arbustos de poca altura unos aislados de los otros. En medio de esa flora sin sombra y de claveles del aire mis padres tenían una cabaña, al pie de la montaña, a mitad de camino entre el pueblo y las cascadas.
Apenas Esteban y yo nos divorciamos, no dudé en instalarme en la casa por un tiempo. Necesitaba descansar del delirio de energía que implica siempre una separación. La división de bienes había despertado la codicia, la envidia y el rencor. Y después de lograr que Esteban aceptara el divorcio (a cambio de que yo le firmara los papeles del auto a su nombre) sentí un alivio tan profundo que terminé deprimiéndome. ¿Dolor residual? Un pinchazo latente, imperceptible para la conciencia; algo parecido a la sensación de tener cuentas que pagar; o, como si habiendo perdido mucho peso todavía no supiera bien qué hacer con la piel colgante, estirada e inútil.
Las cascadas en sí eran pequeñas, pero las aguas de marzo habían aumentado el caudal y era posible hundir el cuerpo entero. Yo me contentaba con meter los pies en el agua y leer bajo la luz tibia hasta que anocheciera. A la vuelta comía nueces que encontraba en el camino y me dejaba impresionar por el sonido de los pájaros. Envuelta en esa microinmensidad que me rodeaba, creía cumplir con la ilusión de alguna vez no sentir ninguna necesidad.
Camino a ese paraíso individual, esta vez acompañada de un perro, estaba yo cuando la voz llorona se coló en nuestro andar, manso, sosegado. Un “Buuuuh, Buuuuuuuuh” fúnebre paralizó el instinto animal. Buuuuh, Buuuuuuuuh, lloraba una mujer, y el perro empezó a aullar, imitándola. Era un sonido horrible, un coro enloquecedor. Había empezado a correr viento y el llanto se dispersaba. Por momentos me parecía que salía de una choza, metida en el monte; después, por detrás, como si viniera del valle. Buuuuh, buuuuuuuuh, buuuuh, buuuuuuuuh. No podía distinguir el lamento humano de su eco, más lúgubre y deforme.
Finalmente fue el perro quien la descubrió. La puerta estaba abierta. Me asomé temerosa: primero la cabeza, y después el cuerpo, indiscreto, con pasos torpes hasta la entrada de la casa. La mujer estaba en la cama, tapada hasta el cuello con una sábana blanca. Al verme, trató de hablar en una lengua de sonidos espasmódicos que no podía controlar. Tengo hambre, hipaba, tengo hambre. Pobre mujer, pensé. De la mochila saqué un paquete de galletitas y entré con decisión auxiliadora. Pero ni bien puse un pie dentro de la casa, una barrera de olor agrio, denso, me hizo retroceder. Señoriiita, señoriiiiita. Tengo hambre, por favor, decía la mujer, y empezaba otra vez con ese llanto endemoniado: buuuuh, buuuuuuuuh. El perro me esperaba al costado de la ruta con ojos de preocupación. Desde la puerta estiré la mano con el paquete pero era evidente que la mujer no se podía mover. La casa era una habitación. Sólo entraba la cama y una especie de repisa, una tabla de madera sostenida por troncos. Sobre la repisa alguien había dejado estacionar una olla con sopa de verduras. Supuse que debía haber estado ahí varias semanas porque en el centro se habían formado hongos, y unas larvitas pequeñas e incoloras nadaban alrededor de un moho blanco, medio espumoso, hediondo. Yo trataba de no respirar por la nariz, el olor era insoportable. Me senté cerca de la cama, abrí el paquete de galletitas y le arrimé una mitad a los labios. La mujer estiró la lengua y masticó con desenfreno. Era vieja. Su aliento pastoso se me acercaba cálido cada vez que abría la boca. El aire que entraba por las ventanas circulaba sin renovar el ambiente, las ráfagas tibias no alcanzaban, más bien reanimaban el vaho. Según me había dicho, cada tres o cuatro días una vecina le llevaba algo de comer, cambiaba las sábanas y le hacía rotar el cuerpo para que no se le formaran llagas en la piel. Yo rogué que no me pidiera que la ayudara con la chata. No quería saber qué había debajo de las sábanas después de tantos días. Mientras la vieja masticaba, incansable, intenté despejar un poco el cuarto. Lavé las cacerolas, barrí. Pasé un trapo debajo de la repisa y de la cama para aminorar la cantidad de moscas que husmeaban alrededor del cuerpo postrado.
Asquerosas, pensé, les gustaba. ¿Y si la vieja está bichada?
Hay un tipo de mosca que se aprovecha de la discapacidad de los animales enfermos para hacer un nido y poner huevos. Es muy común en los perros con problemas de cadera o en los caballos de cola corta. En el lomo, a la altura del coxis, o sobre el párpado. En mil lugares posibles, la guarida es imperceptible, la mosca recubre los huevos con una lámina plástica, transparente, que los protege de cualquier sacudida. No son insectos comunes, no son mosquitos, no se alimentan con moderación de la sangre que logran extirpar en una distracción. Revolotean silenciosos, en busca de la temperatura adecuada para el desarrollo de sus crías. Trabajan con constancia y en secreto, desde la superficie, sin dejar marcas, hacía el interior. Más tarde en esa suerte de bunker nacen y crecen gusanos de todos los tamaños, se reproducen y se nutren de la putrefacción que ellos mismos producen hasta vaciar al animal, bicharlo hasta matarlo.
Podía no ser el caso. Preferí pensar en otra cosa, en refregar el piso, quitar las manchas, espantar las moscas. Pero era inútil, me volvían loca. Apenas alejaba el trapo aparecían otra vez, zumbando de a muchas, queriendo traspasar las mantas. La situación se me volvía incontrolable. Le pregunté a mujer si no prefería que la llevara a un hospital. Hablar con el cura del pueblo o con alguna autoridad municipal. La vieja negaba con la cabeza a todas mis sugerencias, y como queriendo decir que no había nada que hacer empezaba llorar otra vez. Buuuuuauuuh, buuuuh.
Algo se tenía que poder. El olor poco a poco se me volvía tolerable y quise ver el estado de esas llagas, de esas ronchas o lo que fuera que había debajo de las sábanas. No dejé que se negara, la convencí de que era necesario ver. Le pedí que confiara en mí y con delicadeza, para no ofenderla, fui corriendo las sábanas, poco a poco hasta los pies. Buuuuuuuuh, buuuuh. Un olor rancio, a carne en descomposición, a piel y uñas muertas, se liberó del cuerpo adulterado y rapidamente se expandía por toda la habitación.
Por fin sentí ganas de vomitar. Dejé la escoba sobre el marco de la puerta y corrí hasta la ruta. Me arrodillé frente a un arbusto y dos arcadas violentas vaciaron los primeros mates de la mañana. Después volví a vomitar una, dos, tres veces. La mujer me llamaba desde el cuarto. Señoriiiita, dame un poco de agua, insistía. Señoriiiita, ¿te sentís mal? Le hice señas de que estaba todo bien y descansé con los ojos cerrados, lejos del vómito, con la frente apoyada en el brazo izquierdo, contra el tronco de un nogal. El perro se había puesto de pie y se me acercaba. Podía sentir el jadeo, el olor de su pelo lanudo, su aliento. Lo miré con ojos nublados, vencidos. Me sentía culpable. Culpable e inútil por haberme demorado en entender.
Apenas recuperada volví a entrar a la casa. Sin titubeos, segura de lo que se venía, no dudé el blanco. El palo firme entre las manos, subirlo y bajarlo en un solo movimiento, resolutivo y estoico. Un palazo por la espalda, un golpe decidido a callarla hasta la calma.
Buuuuuuuuh, buuuuh. Buuuuuuuu, buuuuh. Cálmese, tuve que decirle, recia y tajante. Enseguida vuelvo. Voy hasta la cascada, a buscar agua y vuelvo.
El perro me vio perderme en dirección al pueblo. El cielo se había nublado por completo, empezaba a hacer frío y no traía abrigo. Pensé en llamar a Esteban y pedirle perdón. Pero sabía que también para nosotros era demasiado tarde.

martes, 19 de agosto de 2008

Nobleza Gaucha (última parte)


Q: Antes mencionaste a Marcelo Pocavida. Si mal no recuerdo era un tipo que, en medio de un show punk, se cortó el pecho con una botella rota y dijo “esto no es un juego”. Contame un poco de este personaje.

A: Marcelo Pocavida es un punk historico de Bs As. Tocó en los Los Baraja, que se formaron en 1981. Ahí tocaba con Montoto (a.k.a. Montolivo) que ahora es un formador de opinión rockera, educador de niños con poca iniciativa y responsable de los infamous "Bossa and…" Las vueltas de la vida. Después de Los Baraja seguramente pasó por miles de grupos más, que yo no conozco, así que vamos a saltar a Cadaveres de Niños. Ahí también tocaba Patricia y varias larvas más. Yo a Cadáveres de niños nunca los vi, lo vi a él solista, o con formaciones de emergencia, asustando a la audiencia. El loco es famoso por sus performances en vivo. Como una especie de G.G. Allin argentino: no tiene el menor reparo en meterse el micrófono en el culo, quedar en pija adelante de su no muy nutrido público y demás hazañas. Para ser más gráfico voy a recurrir a una anécdota que me contó él, una vez que vino a hacer una tapa de un disco, o un dvd, que iba a editar Carlitos.
Un día llego a casa, cuando vivía con Fede, que hacía la gráfica de Ugly rcs, y veo que hay un hombre en el living. Hablaba con voz de hombre, era cortés como un hombre cortés, tenía la edad de un hombre (hace rato que pasó los 40), tenía pelo largo, bien cuidado, negro, pesado, limpio; hablaba con mucha corrección y cordialidad. Nunca falta a ninguna convención de cortesía. Vestía botas texanas, pantalón de cuero, cinturón con hebilla grande, una remera con alguna moto, animal, o logotipo de alguna marca de motores, autos o derivados, y llevaba una campera de gamuza marrón con flecos largos al estilo vaquero coqueto.
En eso, mientras Fede le muestra lo que había hecho para la tapa de su dvd (sí, era un dvd) empezamos a charlar. Una cosa llevó a la otra y, mientras el gatito de la casa (Roscoe, el gato asceta) jugaba con los flecos de su campera, (en unos minutos yo iba a empezar a pensar que tal vez no fuera una buena idea hacer eso...) él nos ilustra con una anécdota reciente. Ya habían pasado los años de festipunks en la periferia de la ciudad, ya no iba a volver a cortarse el pecho con una botella rota ante la mirada temerosa de 50 o 60 punks/skins/heavys y a decir "esto no es un juego, pendejos". No. Esto sucede en la calle Estados Unidos al 200, un sótano que se llama Tabaco, que es regenteado por policías, ex policías, o gente allegada a la policía. Por eso ahí el barman, que está siempre en cuero, acalorado, y con un corte de pelo que despertaría la envidia del gran Mancuso, está autorizado a vender estupefacientes y su selecta clientela puede fumar y disfrutar de shows en vivo durante períodos en los que ese tipo de eventos son una rareza (post Cromagnon). Ahí tocaban los Star loosers, un cuarteto garagero que contaba con nuestro héroe a cargo del micrófono.
Durante el show de esa noche, uno de los momentos más álgidos incluía una "performace" (en estos términos se refería él a esto) donde estaban involucrados, en un principio él, una motosierra, y una cabeza de chancho. Mientras el fluir de la música embriagaba a la audiencia, desde el escenario Pocavida se dedicaba a, obviamente, cortar la cabeza de chancho en dos partes. Su novia de aquel entonces, fascinada por la performance de su media naranja, decide tomar un rol más activo en el asunto y se acerca al escenario. Tanto reduce la distancia entre su persona y el área donde se realizaba la performance que su largo pelo queda enredado en el envolvente movimiento de la motosierra que la chupa hasta cortarle un pedazo de oreja. En eso Marcelo para la motosierra, la sangre fluye, la gente no sabe si aplaudir o correr, los músicos no saben si dejar de tocar. La mujer, que para este punto del relato ya cuenta con un poco menos de oreja en su haber, decide resolver el silencio incómodo con gritos de espanto, dolor, y supongo, algo de indignación. Manda a la mierda a Marcelo, pide la disolución de la pareja adelante de todo el mundo, se va a buscar a la policía corriendo, ensangrentada. A todo esto el guitarrista, que estaba observando atónito la escena, decide desenchufar la guitarra, salir corriendo a la calle y nunca más volver a ver a Pocavida.
Ahora, de vez en cuando me lo cruzo. Los lunes del año pasado cuando volvía de
ensayar, siempre estaba tomando cerveza con varios linyeras (él siempre impecable, ¿eh?) en un escaloncito sito frente a un mercado chino de la calle mitre al 1600.

Q: Lo primero que tengo para decir es, “uuuaaauuu”. Y no sé si seguir preguntando. Voy a aprovechar la salida de los noventa hacia los ochenta, que no es tu escena pero que, sin embargo, adivino, podés contarme algo también. Ya sea porque leíste, escuchaste, te adoctrinaste con alguno de estos personajes o reyes de la escena punk.
Vos decías, si me equivoco corregime, algo así como que a mediados y fines de los setenta, el punk se vuelve punk rock, por eso la proclamación de los skins, la vuelta a las botas, etc. ¿Se podría decir entonces que la década de los 70 es la década del punk y los ochenta la década del punk rock, este punk un poco más digerible?

A: En realidad el punk es siempre punk y el rock es siempre rock, el punkrock no sé bien que sería. Cuando dije que el punk se había convertido en rock, quise decir que lo que había comenzado como algo más espontáneo e inocente, con el pasar del tiempo, el éxito y demás vicisitudes del showbizz, se terminó convirtiendo en algo más intencionado, profesional y aburrido. En realidad, para mí, lo que separa al punk del rock es la forma en que se produce y distribuye la música, no creo que haya ningún rasgo estético que sea patrimonio exclusivo de ninguno de los dos.
Creo que lo que constituye al punk como tal, sobre todo en los ´80, es la creación de canales de distribución paralelos, la forma de producción que casi no tiene mediaciones, procesos de legitimación que no son los tradicionales, cuestiones puramente políticas, que tienen mucha incidencia en la parte estética y que hacen a la ética. A finales de los ´70 el punk se hizo grande, los grupos que alrededor del ´75 tocaban en el CBGB para 150 personas empezaron a llenar estadios, como Blondie y Talking Heads. En Inglaterra lo mismo. Los Sex Pistols se separaron justo, pero después Siuxie, Billy Idol, Elvis Costello, Los Clash, entre otros, empezaron a facturar grosso, ya no pudieron tocar más en el 100 Club. Se hicieron inalcanzables, no te los cruzabas por la calle y tu hermana de 9 años los conocía. No digo que esté mal eso, pero sí afirmo enfáticamente que es distinto. Por más que The Clash cante sobre la revolución, toque dub o rap, ahora son un grupo de rock, tienen un sello grande de grupo de rock, gente de prensa de un grupo de rock, manager de un grupo de rock, drogas buenas de un grupo de rock, groupies lindas de un grupo de rock.
En los ´80 nace la idea de "indie", que no es nada menos que una abreviatura de "Independiente", variable que se tiene en cuenta porque para aquel entonces estaba empezando a popularizarse la opción de editar discos uno mismo, distribuirlos en un mercado paralelo, y girar por un circuito de clubes, squats, y demás lugares. Creo que lo más punk que se puede hacer es seguir en ese circuito teniendo la posibilidad de pertenecer al otro.
Teniendo en cuenta eso, creo que estamos en condiciones de afirmar que Los redonditos de ricota son punk, la gorda Poly vendría a ser como una especie de Ian MacKaye, porque ellos generaron un sello, se manejaban los shows, giraban, se hacían cargo de cada etapa del proceso de producción de la música. Los rockeros no, creen que el todo lo que no es música no forma parte de la obra. Y yo creo que están alienados, me parece que la música es cuestión de gustos, ahí no hay ni bien ni mal, pero cómo hacés circular tu música y cómo la producís, para mí, son cuestiones de vital importancia. Se escuchan, se ven, y son determinantes a la hora de relacionarse con la obra.
Ahora, ¿los ´80 acá? Nací en el ´78 como dije antes, y en 1990 tenía 12 años. De todas formas, sí, leí zines viejos, hablé con gente, y vi videitos. Por lo que pude sacar en claro, las cosas eran más ásperas en aquel entonces, la información era más difícil de conseguir, no se podían bajar cosas de internet, tenías la posibilidad de comprarte el L.P. carísimo e incoseguible, sólo había importados. Acá se editó muy poco punk, si querías un disco tenías la opción de esperar que alguien viaje al exterior o podías comprarte un k7 en alguna disquería (casi todas ofrecían el servicio de copiado de k7s).
Había pocos lugares, pocos punks, poca información. Las primeras bandas empezaron a aparecer a principios de los ´80, el registro más viejo que se me ocurre ahora son los dos temas de Los Laxantes que abren el Invación 88. Esas canciones las grabaron en la cocina de la casa de Felix (después bajista de Todos tus muertos) y son unas de mis canciones favoritas de la música Argentina, sobre todo Minifaldas, que es el himno a la frustración sexual adolescente y un manifiesto de lucha de clases: “Esta canción es para vos concheta/ te odio!/ por si no sabes el punk es destruccion!/ Vos pensá que destruir es la mejor manera de amar/ vos pensá que destruir es la mejor manera de liquidarte!/
cheta, cheta, cheta/ cheta, cheta, andate a la mierda!/ Sólo te importa bailar/ sólo querés madurar/ para ser buena mamá/ pero qué me importa lo que pienses/ si vestirte caro te divierte/ te perdono si estás fuerte/ y si querés fuckear”.

Pero supongo que todo en esa época sería bastante disperso, en los shows no había la especificidad que hay ahora. En cada show había de todo, punks, skins, que muchos en esa época, heavys, era todo más violento, bocha de piñas, todo menos accesible. Recuerdo cuentos de gente de esa época que decía que para ver acceder a los shows lo que hacían era ir a Constitu o a Retiro a ver si se cruzaban con algún punk o heavy, alguien que pudiese darles un panfleto. No había mensajitos. Después fue creciendo la joda, empezaron a editarse discos, Los violadores sacaron su primer L.P. Ya para finales de los ´80 ya habían salido discos de Masacre Palestina, Sentimiento incontrolable, Comando suicida, Todos tus muertos, el Invasión 88, pero todavía nada que ver con la oferta actual.
También a nivel estético era todo más obscuro, bah era lo que había en el momento, estaban todos influenciados por el New wave, el post punk, los grupos darks. La gente estaba re cebada, se estaba saliendo de la dictadura, había resabios todavía. Si lucías medio raro, te llevaba la policía seguro, había muchas razzias, peleas, como que se ponía más el cuerpo, los lugares eran menos profesionales, las bandas más mutantes, menos profesionales. Había una conexión más estrecha con el teatro, eso supongo que sería porque en el Parakultural y en Cemento las cosas se mezclaban, había más perfomances. En realidad como no lo viví, me lo contaron, supongo que sería bastante parecido al punk que viví yo de todas maneras, al menos a cierto nivel, pero las cosas desde la distancia siempre se ven distintas.

Q: Sí, entiendo. De todas maneras lo que más me interesa es esta idea sobre género punk, más que como una estética, como una ética, como una forma de producción y de difusión. ¿Cómo ves esto hoy? Digo, en la actualidad el desarrollo tecnológico permite que la mayoría de las bandas se independicen o desentiendan de terceros, al menos hasta cierto punto, y no sólo en el ámbito de la música sino también en el cine y en la literatura. Pero sin ir tan lejos basta con recorrer las calles de Buenos Aires, hoy, para darse cuenta que lo indie es lo hegemónico (diseñadores independientes, festivales independientes, música y literatura independiente, locales de comida chiquitos cordialmente atendidos por sus dueños). ¡El mundo se ha vuelto independiente!
Pareciera ser que el “do it your self”, de hoy no es una elección, sino más bien una forma de estetizar la pobreza, una manera canchera de mendigar mercado. ¿Dónde ves vos hoy ese rasgo “punk” en el arte?


A: Los modos de producción cambian con el correr del tiempo, y al cambiar modifican miles de cuestiones estéticas, políticas, filosóficas, etc... No creo que se pueda separar tanto el modo de producción de las demás variables. Porque en cuenta definitiva, ahora que se puede hacer música desde la compu es inevitable que todo suene más o menos
parecido, porque todos usan los mismos programas, graban en el mismo formato, escuchan la misma música, comen la misma comida, todo está relacionado de alguna manera.
En cuanto al tema de lo "independiente", es cierto hoy todo es independiente, hasta TN hace periodismo independiente. Pero lo que pasa es que las nuevas tecnologías de alguna forma abren la cancha para que todo el mundo acceda a cierta exposición. Me parece que la diferencia ahora es que todo el mundo puede mostrar lo que hace en un cierto circulo, pero el gap está todavía. No todos los que tienen un myspace pueden tener un contrato discográfico, no todos los que tienen un blog tienen un libro, y no todos los que hacen pelis las estrenan. Todavía esta el problemita de la distribución, que es lo que regula el mercado (editorial, musical, cine). Si quiero, por una suma de dinero no muy abultada, yo podría hacer cualquier cosa, una peli, un disco, un libro. Obviamente van a apestar, pero si no apestaran todavía estoy en la misma que en los ´80, tengo que salir a golpear puertas, hacer llamados, reírme de chistes que no me hacen gracia... Porque no tengo nadie que ponga mi producto en los escaparates, no puedo hacer llegar lo que hago a la masa de gente, esa es la diferencia. Hoy el cine lo maneja Miramax, que es una distribuidora, no es como antes que los estudios eran los protagonistas, ya no hace falta infraestructura para la producción del asunto, el problema es la distribución.

La independencia hoy es un espejismo, tenés razón. Pero no me parece que sea una forma de "estetizar la pobreza", tal vez sea una forma de estetizar la mediocridad. Pero como dije en la respuesta anterior lo que más importa hoy en día es la elección que uno haga. Hoy hay miles de personas que producen cosas de forma casera o independiente, como quieras llamarlo, pero se mueren por pegarla, por dar el salto al publico grande, a las minitas lindas, a las drogas caras, y lo peor de todo es que como dijo Andy, finalmente todos van a poder acceder a eso, aunque sea por un ratito.
Porque el arma más peligrosa que tiene el mercado (odio hablar de categorías tan generales, en términos casi conspirativos, pero eh lo que hay...) hoy por hoy es la inclusión. El problema ya no es que la falta de politicas culturales más democráticas. La demanda de mercancía cultural es cada vez mayor, los tiempos de exposición son cada vez más fugaces, la industria cultural se parece cada vez más a una picadora de carne, y los "artistas" caen cada vez más, por ingenuidad o tilingueria, en la trampa.
Los grupitos se ponen contentos cuando los invitan a participar de un festival pedorro organizado por el gobierno de la ciudad, se afanan por subirse al escenario del ciclo nuevo del teatro San Martín; los artistas plásticos no ven la hora de que los inviten a Estudio Abierto; y los escritores quieren ganar el premio Clarín. Y lo peor de todo es que hay lugar para todos. Todos acceden, todos son incluidos, todos tienen un lugar por 5 segundos, todos pueden ver como es el spotlight de frente, se sacan una foto, y la pegan en el remís así pueden recordar cuando fueron famosos. Esa inclusión tan feroz es lo que hace que ya no haya ni centro ni periferia, termina con la dialéctica, pero no genera ningún punto de fuga. Hay que ser rápido, hay que estar atento. Hay que generar márgenes. En concreto, sí, hoy el indie es babilonia. Creo que prefiero "Casi ángeles" a cualquier bandita nueva que quiere tocar en Niceto.
Todo pasa por ahí, es como que tienen a todo el mundo juntito, todos controladitos en un lugar seguro, sin que pase nada peligroso ni divertido, ni nuevo.

“El mercado" demanda mercancía incluyendo. Y en ese incluir cambia el contenido, transforma el arte (upaaa!) en mercancía cultural para que el que escucha, mire o lea, compre. Es así como el discurso que hace a cada item al ser comercializado se ve atravesado por otro discurso transformando lo que alguna vez fue una cosa en otra menos romántica y con menos aura, más palpable, más aprehensible, alcanzable, menos misteriosa. Este proceso genera un vaciamiento retórico, y ese vacío es reemplazado por las leyes del mercado, por la oferta y la demanda y por los tiempos/prácticas/códigos que esto impone.
Cuando llevamos el proceso a un punto de desarrollo tal que genera este nuevo mapa donde no hay accidentes geográficos, el discurso (del mercado), que en un principio era
confuso y solapado, se evidencia, se hace más transparente, y dibuja una línea en el piso para que podamos decidir de que lado nos paramos.
Creo que cuando todo es tan evidente, cuando ya casi no hay opciones (siempre hay
opciones), la pelota está en la cancha del individuo, uno empieza a tener más herramientas para poder decidir, y esta decisión se vuelve algo vital, se transforma en un ingrediente fundamental de la obra. Y creo que de estos momentos es que salen las expresiones más urgentes, sinceras y por lo tanto más bellas.

¿Dónde veo lo punk hoy? No sé si dar ejemplos, hoy no se puede confiar en casi nadie, hay grupos, artistas, espacios que se preocupan por no estar incluidos, por generar circuitos de producción y distribución propios. El punk hoy (y siempre) es decir que "no" teniendo la posibilidad de decir "sí", elegir el camino más complicado con la noción de que se va a llegar a un destino más noble.

Q: Creo que no estaría mal terminar nuestra sesión preguntándote por un concepto que me parece atraviesa toda la entrevista, ¿qué es lo noble? ¿qué es ser noble?

Es cierto que la nobleza atraviesa la entrevista, porque para mí es algo muy importante. Cuando hablo de nobleza, hablo de la relación que yo flasheo del artista con lo que hace. Hay casos en los que noto que una obra ya desarrollada que ocupa lugar en el tiempo y el espacio es consecuente. Encuentro que hay correspondencia entre elementos internos y coyunturales que forma un sistema que habla de algo más grande que la suma de las partes. A veces noto que el "artista" tiene una relación de necesaridad con lo que hace: no tiene otra opción más que escribir lo que escribe, o tocar la música que toca, o pintar el cuadro que pinta. Después, si me gusta el producto final o no, es cuestión de gustos. Pero eso mucho no importa. Me conmueve la sinceridad. Me impresiona la tenacidad empleada en mantener un trabajo de una vida, que tenga que ver consigo mismo; mantenerlo desarrollarlo y cambiarlo a través del tiempo. Me interesa el compromiso de alguien con algo.
Porque en realidad uno sólo no hace más que relacionarse con hechos, cosas y personas. Esa es la materia de la que están hechas las personas. La forma en la que uno interpreta esas instancias es la capacidad de crear, de transformar, de inventar.
Capaz que la vida de alguien es una mierda. Pero de ahí puede salir un linyera cagado encima o Jean Genet. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Ninguna. Sólo el poder de transformar cosas en otras. En eso creo y eso es lo que busco cuando me aproximo a algo, ver qué hace cada persona con lo que tiene.